En esta sección iremos contando las vivencias y experiencias de las personas que participan en CIVITAS y viven en los municipios de 'Campos y Torozos'. Queremos poner en valor su visión sobre cómo afecta el COVID-19 a la atención de las necesidades de las personas mayores en el medio rural.


Isabel

Medina de Rioseco

Nació en Villalón de Campos en 1993. A los pocos años se mudó a Medina de Rioseco, donde ha vivido intermitentemente hasta ahora, teniendo que pasar temporadas en Valladolid, por motivos escolares o laborales.

Isabel es crítica con la situación actual de los pueblos, pues para ella el pueblo te ofrece la posibilidad de vivir tranquila, en contacto con la naturaleza, con un ambiente más limpio y sano, y mayor libertad para todo; pero también cree que cada vez es más complicado poder instalarte de forma permanente allí. Los pueblos están perdiendo los servicios básicos, apenas hay viviendas preparadas para entrar a vivir y ve las opciones laborales cada vez más mermadas, sobre todo en los pueblos más pequeños. También apunta que, a día de hoy, es vital contar con un vehículo propio para poder desplazarte lo que añade otra dificultad a la situación ya que, no todas las personas pueden disponer de uno, y eso influye en el aislamiento personal y la pérdida del sentido comunitario. Considera que es el momento para buscar soluciones reales que sirvan a la gente que pasa su día a día en los municipios más pequeños.

Sin duda, ella ve una opción real en los nichos de empleo que puedan surgir de la atención al cuidado de persona mayores, que, además de ser el mayor número de población del medio rural, buscan ser atendidas por personas a las que conozcan y con las que puedan crear un vínculo de confianza mutua. Cree que la figura del asistente personal puede ser una muy buena salida profesional y por ello ha decidido formarse en este campo, pues además de encontrar un empleo, es una buena opción para devolver población a las zonas rurales y poder redefinir los servicios relacionados con el cuidado.

Para Isabel la crisis sanitaria ha traído muchas cosas malas, la vuelta a la calle después del periodo de encierro fue muy complicada y, todavía a día de hoy, el miedo sigue presente para muchas personas. Pero también cree que ha ayudado a valorar más las cosas importantes y centrarse en vivir más despacio, disfrutando de las cosas buenas, y espera que eso suponga un cambio social en este aspecto: volver a valorar el espacio, la vida comunitaria y el respeto y ayuda al resto de personas.


Ausencia

Castromonte

Nació en Castromonte en 1945. Desde muy jovencita empezó a trabajar en la limpieza en el Monasterio de la Santa Espina y después en una planta embotelladora de agua. Cuando se casó se dedicó a las tareas de casa y el cuidado de la familia.

Ahora, además de seguir con sus quehaceres diarios, intenta participar en todas las actividades que hay en el pueblo, sobre todo en aquellas que más la gustan como la gimnasia y las de mantener activa la memoria.

Aunque a día de hoy no necesita ningún cuidado, el día que lo necesite le gustaría que se la atendiera en su casa, contratar a una persona que la tratara bien y con cariño, y que se ocupara de las necesidades que ella tuviera y la ayudara a mantener las rutinas y actividades de las que ella todavía pudiese hacerse cargo.

Para Ausencia, el pueblo es un buen lugar para envejecer, ya que, al ser el sitio que más conoce, también es el que más seguridad la proporciona. Aunque, reconoce que, con la Covid-19, ha quedado un poco olvidado, pues el médico no las atiende en persona desde marzo y han dejado de hacer los chequeos médicos periódicos, tan importantes para las personas de su edad.

Aunque sin ninguna duda, para ella, lo peor de la crisis sanitaria es la soledad que deja a su paso, pues ella no puede juntarse con su familia, y cuando vienen a visitarla lo hacen desde lejos, y por supuesto, sin contacto físico, algo que considera muy necesario para las personas.


Esther

Castromonte

Nació en 1943 en Fermoselle (Zamora), aunque a lo largo de sus 77 años se ha movido por diferentes lugares de la geografía española, Bilbao, Villafrechós, Valladolid, La Cistérniga. incluso vivió durante 30 años en Holanda donde trabajaba en la limpieza.

Cuando se jubiló, de todos los lugares que había conocido, se decantó por Castromonte para vivir su nueva etapa de vida, pues desde su punto de vista el pueblo te ofrece la paz, la tranquilidad y el espacio que es difícil encontrar en una ciudad.

Aunque a día de hoy no necesita ningún cuidado, le parece fundamental que las personas tengan cubierta la atención de las necesidades del hogar. Pues para ella poder vivir el resto de su vida en su propia casa es primordial para poder continuar con su proyecto de vida.

Esther está segura de que con los servicios adecuados vivir en un pueblo, en tu propia casa sería una opción segura y real para todas las personas dependientes que así lo deseen, pasando la internación en una residencia a ser el recurso para aquellas situaciones personales más extremas. Pues el virus del COVID-19 nos ha dejado ver que la residencia no siempre es la mejor opción.


Ana

Tordehumos

Nació en Madrid hace 74 años. La ilusión de vivir en un pueblo hizo que se afincara en una casona de Tordehumos de la que se enamoró hace 12 años, tras vivir y formar su familia en la ciudad de Valladolid. Desde entonces vive feliz en este pueblo disfrutando de la vida tranquila que ofrece el lugar y el contacto con la naturaleza.

Para Ana la atención médica y el cuidado a través de una persona de confianza en su casa del pueblo, sería lo que más valoraría para el futuro. En base a sus necesidades, a la situación y por supuesto, respetando su independencia.

Cree que la crisis provocada por la COVID-19 cambiará muchas cosas en cuanto a la atención de cuidados. Conoce otros modelos alternativos a las residencias y que, en Europa, en Madrid e incluso en Valladolid ya están funcionando. Fórmulas que garantizan la independencia y libertad en apartamentos con servicios médicos y personal de apoyo. Ella cree que es el camino hacia donde tiene que ir la tendencia en cuanto al cuidado y la atención de las personas mayores.

Para Ana, vivir en un pueblo ha sido como encontrar "la horma de su zapato", que viniendo de la ciudad ha encontrado un sitio para vivir, donde se siente de maravilla por el contacto de la naturaleza, y la acogida y cercanía de las personas del pueblo. Ella reconoce que ha venido en el momento justo. 


Luis

Villabrágima

Nació en el año 1934 en Villabrágima y es allí donde ha pasado toda su vida.

Con solo 13 años ya trabajaba sembrando remolacha, y es entre el campo y el ganado donde ha pasado toda su vida. A los 25 años empezó a trabajar de manera fija de pastor, y ese ha sido su oficio hasta su jubilación. Pertenece a la Asociación de Personas Jubiladas del pueblo y, a través de ella, realizó unos cuantos viajes los primeros años de jubilado. Aunque ahora su vida es más tranquila, continúa jugando la partida con sus amigos y saliendo de ruta con su bicicleta.

A día de hoy, Luis, vive con su esposa, dos hijas y su hijo mayor que es dependiente, por lo que considera que no necesita ninguna ayuda externa, pues con el apoyo de sus hijas ahora mismo es suficiente. Lo que tiene claro es que, si las circunstancias cambian, o un día necesitan esa ayuda externa, quiere que esa atención se les preste en su casa porque según él, es ahí donde puede continuar con su proyecto de vida.

Envejecer en el pueblo para él es la mejor opción pues, aunque algunos servicios tengan que mejorar, el pueblo te da esa tranquilidad que no te ofrece una ciudad, además allí todas las caras son conocidas lo que ofrece una familiaridad con vecinos y entorno que facilita la vida a jóvenes y mayores.

Desde su punto de vista lo que la crisis del COVID-19 está provocando en la sociedad es incertidumbre con respecto a lo que pueda pasar, y puede que las personas jóvenes e instituciones adquieran mayor conciencia sobre los cuidados de las personas dependientes, pues de un día para otro, todas podemos convertirnos en una.


Rosa

Tordehumos

Nació en el pueblo terracampino de Castroponce de Valderaduey y vive en Tordehumos desde hace 55 años, pueblo en el que comenzó a trabajar su marido y donde se establecieron con sus siete hijos.

Junto con su marido también regentaron un bar que hacía las veces de Fonda, acogiendo a personas que venían a Tierra de Campos de muchos lugares de España en la época de la cosecha, principalmente.

Para Rosa, vivir en un pueblo es lo ideal y le gustaría quedarse en su casa el mayor tiempo posible, cuidada por personas que se dediquen a ello o con sus hijas, si pueden, ya que sus hijas trabajan actualmente en el servicio de ayuda a domicilio. Además, ahora participa en un programa social donde a diario recibe la comida preparada. Rosa reconoce que es un buen servicio y está encantada, porque de esta forma no tiene que pensar en comprar y en hacer comidas. Afirma que este es un buen modelo para poder quedarse en su casa sin problemas, atendida a través de diferentes servicios, sin tener que ir a la residencia. Añade que ya son muchas las personas de Tordehumos que se benefician del servicio de catering y de la ayuda a domicilio.

Respecto a todo lo que ha sucedido a causa de la COVID-19 en los centros para mayores afirma que por ello cree que mientras pueda, ella prefiere estar en su casa, cuidada por personas de la zona, aunque ella lo de irse fuera lo ve a largo plazo, ya que, se considera una persona activa y participativa, y está muy feliz viviendo en el pueblo. 

Pilar

Urueña

Nació en 1943 en Urueña, y allí sigue a día de hoy.

Ha pasado toda la vida dedicada a las tareas del hogar, y al cuidado de otras personas. Es ella, la que se hizo cargo de atender a sus padres cuando estos lo necesitaron. Pilar es una mujer muy activa a la que la gusta coser, hacer bolillos, crucigramas... y, por ello, participa en todas las actividades que se presentan en su localidad pues, para ella, es muy importante aprender cosas nuevas y aprovechar la oportunidad que tiene ahora, ya que la hubiera gustado poder ir más a la escuela cuando era niña.

Cuando piensa en la hora en que necesite alguna ayuda, ella lo tiene claro, la gustaría que la cuidasen en su casa y si pudiera ser alguien de su familia mejor, pues de justicia es que se devuelvan los cuidados recibidos. Si eso no pudiera ser, quisiera poder contar con una persona externa que la atendiera en su casa, que la inspirara confianza y la tratara con amabilidad y respeto.

Según ella, el Covid19 nos ha cambiado la vida en todo, pues nos ha quitado la libertad de poder salir donde queramos y relacionarnos tranquilamente con la gente, sin duda, esto ha sido peor para las personas mayores, pues el tiempo sin actividad deja muchas secuelas físicas y psicológicas, aunque reconoce que es una suerte vivir en los pueblos, pues casi todas las casas disponen de patio y espacio exterior donde poder pasear y, además, ofrecen una red de apoyo vecinal que sería impensable en la ciudad.

Pilar cree que es importante disponer de espacios seguros en los que poder relacionarse con otras personas y continuar con la vida de la forma más "normal" posible, y está segura de que las vacunas ayudarán en este sentido.


Julia

Castromonte

Nació en Castromonte en 1938, después de casarse estuvo viviendo 18 años en Castronuevo de Esgueva (Valladolid) donde trabajó en diferentes oficios relacionados con el campo y la limpieza de casas. Volvió a su pueblo natal cuando su marido compró ovejas, y encontró en Castromonte un buen terreno donde atenderlas. A partir de ese momento Julia se dedicó a las tareas del hogar y a ayudar a su marido con el ganado.

Hoy en día sigue haciéndose cargo de las tareas del hogar e intenta acudir a alguna de las actividades que se ofertan en el pueblo.

Ahora mismo no precisa de ninguna atención y cuidado externo, aunque reconoce que tiene un problema en los ojos que la impiden realizar las tareas como a ella la gustaría. Pero ella tiene muy claro que el día que precise de alguna ayuda quiere que se la proporcionen en su casa, contratar a una persona que sea buena y profesional con ella y que la atienda en todas esas cosas que no pueda realizar.

Vivir en el pueblo, es la mejor opción para ella, pues, aunque la gusta viajar, visitar otros sitios y ciudades, la tranquilidad y confianza que la ofrece el pueblo no la encuentra en ninguna otra parte, ahora bien, reconoce que hay muchos servicios que tienen que mejorar como las consultas médicas, el transporte o el acceso a las entidades bancarias.

La pena más grande que tiene ahora mismo es la de no poder comer los domingos con su familia. Para ella eso es lo peor que ha traído la Covid19, pues la mayoría de las veces tiene que saludarles desde la ventana, con mascarilla y sin tocarse. Esa pérdida de contacto con la familia la crea mucha tristeza. La pandemia está provocando un cambio obligado en nuestro hábitos y costumbres y nos está quitando mucho tiempo de calidad en el que poder disfrutar de lo importante.


Francisca

Villabrágima

Nació en 1937 en el municipio de Villabrágima y allí ha pasado su vida.

En su juventud trabajó como ayudante de sastre y sirviendo en diferentes casas. Cuando se casó su principal oficio fue ser ama de casa pero, como todas ellas, además de encargarse de las tareas de la casa, la alimentación de toda la familia y el cuidado y atención de menores y mayores, también asumía alguna de las funciones de cuidado del ganado.

Hoy en día Francisca pertenece a la Asociación de Personas Jubiladas de Villabrágima y participa en muchas de sus actividades, aunque su favorita es ir al Centro de Día a jugar la partida y pasar un rato agradable con sus vecinas y amigas.

A día de hoy dice no necesitar ninguna ayuda específica pero la gustaría poder vivir en su casa todo el tiempo que sea posible y continuar así con sus rutinas, por ello, cree que el día que tenga que hacer uso de algún servicio será el de atención del hogar, servicio de catering y, si necesitara algo más, el cuidado a domicilio, pues, aunque está abierta a todas las opciones, para ella, vivir interna en una residencia sería el último de los recursos a utilizar.

Según ella, la crisis del COVID-19 está creando incertidumbre con respecto a la atención sanitaria en los centros de salud de los pueblos, pues sus puertas siguen cerradas y las consultas pendientes sin atender. Pero a pesar de la posible pérdida de servicios, considera los pueblos un buen lugar para envejecer ya que las casas suelen ser de una planta y amplias, cuentan, la mayoría, con un patio por el que poder pasear sin salir de casa y, si no lo tienes, puedes salir a las calles del pueblo donde encontrarás a tus vecinos y vecinas de toda la vida, donde circulan menos coches, y donde todo está más cerca.


Juli

Tordehumos

Nació en Tordehumos hace 70 años. Trabajó de joven ayudando en el bar de sus padres y después, durante 15 años, en la central de teléfonos de Tordehumos hasta que llegaron las líneas directas a los domicilios y la central se cerró. Además, durante un tiempo trabajó como restauradora en una empresa que se creó en el pueblo. La casa, el cuidado de sus hijos y la participación activa en cualquier actividad que se desarrollara en su pueblo, ha sido su forma de vida.

Juli, como se le conoce popularmente, es una persona que piensa que vivir en el pueblo es la forma ideal de envejecer, también apunta, que es lo que ha conocido y está encantada de haber podido vivir hasta el momento en su pueblo y que continuará así todo el tiempo que pueda. Quedarse en su casa junto a su marido es lo que le gustaría.

Respecto a todo lo que ha sucedido a causa de la COVID-19 en los centros para mayores afirma que ha sido una situación muy dura y que sin duda hace que pensar y replantearse ese tipo de servicio, por lo que reafirma su idea de quedarse en su casa el mayor tiempo posible.

Hoy por hoy, a Juli le costaría hacerse a una vida fuera del pueblo, se siente muy a gusto en Tordehumos y es donde le gustaría vivir, ya que por el momento Tordehumos cuenta con un consultorio donde se siente atendida y con los servicios básicos que necesita. 


Beatriz

Medina de Rioseco

Nació en el año 1953 en Medina de Rioseco y aquí ha vivido toda su vida.

Cuando terminó la escuela estuvo trabajando durante 8 años como cocinera en una residencia de personas mayores hasta que se casó.

Pertenece a la Asociación Rúa Mayor, una asociación de la misma localidad compuesta por personas de todas las edades y desde la que se realizan actividades de todo tipo en las que Beatriz participa activamente.

Para ella vivir en Rioseco la da la vida, sale a pasear por sus calles, por el canal de Castilla, acude a los establecimientos de siempre, compra los productos locales y, siempre se encuentra con algún vecino o vecina con quien charlar. Y eso es algo que no cambiaría por nada del mundo, pues el pueblo ofrece esa naturaleza, tranquilidad y aire fresco que llena sus días de calidad de vida.

Aunque a día de hoy no necesita ningún cuidado, sí que ha precisado de ayuda externa en algún momento debido a un problema de salud, y aunque esa ayuda provino de una familiar, ella contrató sus servicios para poder permanecer en su casa, algo que para ella es fundamental, y cree que seguirá siéndolo en el futuro sin duda su elección será una atención en el propio hogar y por alguna persona de confianza.

Beatriz cree que, debido al COVID 19, la forma de atender a las personas mayores cambiará y las instituciones se asegurarán de que las personas internas en residencias estén más controladas y mejor cuidadas, y que los servicios de asistencia personal en domicilio también estén más controlados.


Ceferina

Villabrágima

Nació en el año 1941 en Valladolid pero, tras la muerte de su madre, su abuela materna se la llevó a vivir a Villabrágima y es allí donde ha pasado toda su vida.

Empezó a trabajar muy joven limpiando en diferentes casas y cuando se casó, además de trabajar de apoyo en la cocina de un hostal-restaurante los días que había alguna celebración, dedicó la mayor parte de su tiempo al cuidado de su familia: atención de menores, de mayores, alimentación, limpieza,... y todas esas tareas sin fin de las que se ocupa una ama de casa.

Ceferina vive con su marido, dos hijas y su hijo mayor que es dependiente y, aunque pertenece a la Asociación de Personas Jubiladas de Villabrágima, reconoce que, ahora, no participar de manera continua en las actividades que se ofrecen.

A día de hoy no necesita ninguna ayuda externa ya que cuenta con el apoyo de sus hijas para la atención de sus cuidados y, sobretodo, de los de su hijo. Si en algún momento las circunstancias cambiaran, la gustaría que las atenciones y cuidados requeridos la fueran proporcionados en su propia casa. La opción de ser internada en una residencia está ahí, pero sería el último servicio que utilizaría.

Para ella envejecer en el pueblo es una buena opción ya que, aunque se echen en falta cada vez más servicios y las alternativas de ocio sean más reducidas, en el pueblo tienes todo más a mano, conoces sus calles y sus gentes, y ellas te conocen a ti, proporcionándote una seguridad y apoyo que es más difícil encontrar en la ciudad.

Desde su punto de vista lo que la crisis del COVID-19 está provocando en la sociedad es incertidumbre con respecto a lo que pueda pasar, pero no cree que vaya a suponer un cambio en el modelo de atención a las personas mayores.

Jesús

Medina de Rioseco

Nació en Villanueva del Campo (Zamora) en 1997, con apenas 6 años, sus padres decidieron mudarse a un pueblo vallisoletano de Valdunquillo, donde todavía residen.

Para Jesús, Valdunquillo es sinónimo de hogar, por ello, aunque hace unos meses se mudó a Valladolid para estudiar y ampliar sus posibilidades laborales, su objetivo es poder volver al pueblo y construir allí su vida, pues la tranquilidad y la calidad de vida que ofrecen las zonas rurales son primordiales para él aunque, considera que, la falta de servicios básicos: atención sanitaria, farmacias, atención bancaria, escuelas, tiendas y ofertas de ocio, hace muy complicado poder asentarse de forma continua en un pueblo.

Jesús cree que las opciones laborales en las zonas rurales son muy reducidas, y hay pocas ofertas de empleo. Aunque también cree, que la atención a las personas mayores podría ser una salida laboral pues, analizando la situación actual de nuestros pueblos, la mayoría de las personas que viven en ellos son gente mayor que necesita cuidados y que, por lo general, no quieren tener que abandonar sus pueblos, ni sus casas para recibirlos.

Según él, la crisis sanitaria que estamos viviendo ha dejado visibles problemas que, las personas mayores de los pueblos, llevan teniendo hace tiempo: muchas viven su día a día en soledad, sin nadie cerca que pueda ayudarles, y sin opciones de transporte, lo que hace que ir a hacer una compra a otro pueblo o acudir a consulta médica a la ciudad les sea imposible.

Cuenta que esta situación le parece muy triste y es por eso por lo que le gustaría poder dedicarse a hacer un poco más fácil la vida a este colectivo de población y con ello, además, desarrollarse profesionalmente. Se considera una persona muy paciente y que sabe escuchar, cualidades imprescindibles para prestar atención a cualquier persona.


Leonor

La Santa Espina

Nació en 1936 en Torrelobatón, donde vivió hasta los 23 años. Cuando contrajo matrimonio se mudó a La Santa Espina, pues allí trabajaba su marido. Estuvieron viviendo durante 10 años en el municipio, hasta que su marido empezó a trabajar en una escuela de Palencia y se fueron a vivir a esa ciudad. Allí pasaron 30 años de su vida y, a pesar de vivir bien, en cuanto su marido se jubiló se volvieron a La Santa Espina donde reside actualmente.

Decidieron volverse porque tenían allí su casa, y les encanta el pueblo, para ella el pueblo es el lugar más bonito para envejecer, dice que no lo cambia por nada, que el pueblo la aporta mucha tranquilidad y, a pesar de no tener ni una tienda, sus necesidades básicas están cubiertas pues, comenta que, prácticamente todos los días de la semana tienen un vendedor ambulante en la puerta de casas para poder comprar carne, fruta, pan y pescado.

Leonor siempre ha sido una mujer muy activa, ha pasado toda su vida trabajando de modista a la vez que se ocupaba de las tareas propias de las amas de casa, y del cuidado de familiares. Ahora acude a todas las actividades que puede, se reúne con las vecinas para pasar tiempo juntas y continúa cosiendo.

Ahora mismo Leonor sigue viviendo sola, aunque su hijo vive cerca y toda la familia está pendiente de ella. Su idea es quedarse en casa mientras pueda, aunque no la importaría ir a una residencia el día que lo necesite, pues, ella dice que se ha esforzado mucho para que sus hijos estudiasen y tuvieran buenos trabajos, por lo que ahora no querría que tuvieran que renunciar a nada por atenderla a ella.

Sin duda la Covid19 la ha cambiado la vida, dice que tanto tiempo encerrada te aísla de las personas y eso, a su vez, deteriora tus capacidades. Para ella es muy importante disponer de lugares y actividades que permitan reunirse de manera segura, y cree que las vacunas, aunque personalmente lo ha pasado un poco mal con la segunda dosis, harán más fácil estos encuentros. 


Paulino

Urueña

Nació en 1953 en Urueña, y allí ha pasado toda su vida, aunque nos cuenta que su formación académica la recibió en el colegio de Villagarcía de Campos. Su familia se dedicaba a la agricultura, camino que él continuó desde que era muy joven, aunque también ha hecho un montón de cosas más, entre ellas el cuidado de ganado.

Dedicado a las labores del campo, la participación en la vida comunitaria ha sido menor de lo que le hubiera gustado, pues contaba con poco tiempo libre. Eso sí, Paulino deja claro que está muy orgulloso y contento de su vida.

Para él pasar la vejez en el pueblo no es que le parezca posible, es que no ve un lugar mejor para envejecer. El pueblo nos ofrece campo, aire puro y siempre hay alguna actividad que hacer, a pesar de la falta de servicios, lo básico está cubierto. Por ello, en el momento que necesite alguna atención externa, le gustaría poder contratar a una persona que le atendiera en su propia casa, y tiene claro que, para él, internarse en una residencia no es una opción.

Según él, la COVID19 ha cambiado mucho a la sociedad y será algo que deje huella para siempre pues cree que, está situación nos ha hecho cambiar en muchas cosas, pero sobre todo en la forma que teníamos de apreciar la vida. Por lo general, considera que hemos pasado por una vida cómoda y ahora tenemos que adaptarnos a esta situación complicada y dolorosa, y empezar de nuevo.

Paulino considera que las personas mayores siempre se las han dejado un poco de lado porque nuestra sociedad entiende que, a partir de una edad, dejamos de ser productivas y no podemos aportar mucho. Además, las atenciones a personas mayores siempre se han solventado en el entorno familiar. Ahora la sociedad ha cambiado, las familias no pueden hacerse cargo de sus mayores a tiempo completo y faltan recursos externos para poder atender en el día a día a todas aquellas personas que requieren algún cuidado.

Todo esto está muy arraigado en la sociedad por lo que ve muy complicado que pueda cambiarse a corto plazo, a pesar de la situación de pandemia en la que nos encontramos.


Micaela

Urueña

Nació en Urueña en 1941 y en 1971, por cuestiones laborales, se fue a vivir al País Vasco, donde pasó 27 años de su vida hasta que su marido se jubiló y decidieron volver al pueblo para quedarse.

Micaela dedica la mayor parte de su tiempo a la familia y a todas las tareas sin fin propias de una ama de casa. Actualmente es una de las mujeres dinamizadoras de su comunidad, pues siempre está dispuesta a participar en lo que se necesite: limpiar la iglesia, cantar, realizar comedias para entretener a sus vecinos y vecinas o participar en las actividades que se proponen en la localidad.

A día de hoy, Micaela, vive en su casa y no necesita ayuda externa, pero tiene claro que, cuando llegue el día en que necesite algún cuidado, quiere que se le atienda bien, con cariño y profesionalidad, en su casa, ya que es el lugar que ella mejor conoce y donde podrá mantener sus rutinas. Ella entiende que la vida ha cambiado, que la familia no siempre puede asumir este papel de cuidado, por ello el papel lo tendrá que asumir una persona externa, a la hay que pagar, y esos gastos deberían ser asumidos una parte por la persona y otra por la administración.

Para ella el COVID-19 es algo muy malo que no sabemos cómo evolucionará, hay algunas personas que no cumplen con las medidas de seguridad recomendada y eso alargará y complicará la situación, por ello espera que la gente salga más concienciada de que somos comunidad y tenemos que vivir como tal, que lo que una persona hace, le afecta a la otra, que es momento de olvidar el egoísmo y cooperar.


Dori

Villabrágima

Mª Adoración Rodríguez o Dori como popularmente es conocida y se hace llamar, es una mujer comprometida y muy participativa de su pueblo, Villabrágima. Ese compromiso se materializó, incluso, siendo alcaldesa entre los años 1987 y 1991, y en la actualidad continúa participando en las actividades que se promueven en el pueblo y principalmente, desde la Asociación de mujeres "La Peña" de la localidad.

Para Dori, contar con todos los servicios necesarios en su pueblo, para cuando llegue el momento de necesitar los apoyos especializados de atención y cuidados, sería lo idóneo para poder quedarse en su casa.

Ella cree que los pueblos son los lugares ideales para envejecer porque no necesariamente hay que irse a residencias de mayores, pero para ello insiste en que es necesario contar con todos los servicios que puedan facilitar el cuidado y las necesidades vitales para mejorar la calidad de vida de las personas mayores que viven en el medio rural.

Además, piensa que hay otras opciones como la de permanecer en el propio domicilio con acompañamiento, o con una atención en otro tipo de alojamientos que cuentan con servicios comunitarios sin necesidad de encerrarse en una residencia.

Respecto a lo acontecido a raíz de esta gran crisis provocada por la COVID-19, confía que las diferentes administraciones tomen nota para corregir errores, y dotar del equipamiento, tanto material como humano, para prestar un mejor servicio para el cuidado y bienestar de las personas mayores allá donde se encuentren. 

Chon

La Santa Espina

Anunciación nació en Barruelo del Valle y allí vivió hasta los 3 años cuando sus padres se mudaron a San Cebrián de Mazote, otro municipio de Valladolid. Estando allí, empezó a trabajar como personal de limpieza en el Monasterio de la Santa Espina, donde estuvo 5 años, hasta que sus padres decidieron mudarse de nuevo, esta vez a Valladolid, y es en este lugar donde Chon ha residido de manera constantes hasta ahora.

Cuando tenía 23 años contrajo matrimonio y, desde ese momento, se ocupó de todas las tareas de la casa y el cuidado y atención de toda la familia.

En el momento que sus hijos fueron mayores, Chon empezó a participar en diferentes actividades: gimnasia, baile, charlas, excursiones,... Para ella lo mejor que la han aportado estas actividades es un grupo de 9 amigas con las que comparte tiempo y buenos ratos, comenta que, para ella, la amistad es algo fundamental durante toda la vida.

A pesar de vivir en la cuidad ella nunca ha perdido el vínculo con el pueblo pues cada fin de semana y cada fiesta ella la pasaba en el pueblo y, aunque actualmente mantiene su vivienda habitual en la ciudad, este último año y debido a la pandemia, su marido y ella decidieron quedarse de manera permanente en la Santa Espina. Chon comenta que se han adaptado muy bien y han disfrutado mucho, pues el pueblo te ofrece tranquilidad, libertad, y más seguridad con respecto al Covid19, además comenta que tienen la suerte de que en La Espina tienen todas las necesidades básicas cubiertas y compran lo que necesitan a la puerta de casa.

Ahora mismo Chon no necesita ningún cuidado, pero tiene claro que, tanto ella como su marido, quieren vivir juntos en su casa el máximo tiempo posible y, cuando no puedan valerse por sí mismos, solicitar plaza en una residencia y pasar allí sus últimos días.

Según ella el Covid19 ha cambiado totalmente las formas de relacionarse, se han perdido contactos, y se ha perdido vida comunitaria. Para ella mantener y proporcionar espacios de reunión seguros es algo básico para las personas.


Dori

Urueña

Nació en 1968 en Urueña, cuando terminó la enseñanza obligatoria se fue a vivir a Valladolid donde estudió la carrera de Derecho. Allí estuvo viviendo y trabajando en diferentes cosas hasta que volvió al pueblo, pues sus padres eran muy mayores y necesitaban a alguien que los atendiera.

A día de hoy Dori es muy participativa y siempre está dispuesta a hacer cosas. Acude a todas las actividades que se realizan en su pueblo e incluso, a veces, se desplaza a pueblos de alrededor si proponen alguna actividad que la resulte interesante.

A pesar de considerar el medio rural como un buen lugar para vivir y envejecer, pues ofrece tranquilidad, espacios al aire libre, casas amplias y ambiente familiar, para ella a su pueblo le falta gente, pues la mayoría de personas de su edad no viven en Urueña de continuo y eso dificulta la interacción social, sobre todo lo meses de invierno. Interacción que se ha visto muy afectada por la crisis sanitaria, pues las diferentes medidas para contener el virus están haciendo que muchas personas se sientan solas y se queden sin lugares de encuentro ni actividades que realizar.

Lo principal para Dori a la hora de envejecer es poder mantener su independencia, por eso cree que las administraciones deberían fomentar servicios de cuidados, en el propio hogar o en residencias, que permitan a las personas tener capacidad de decisión sobre las cosas que afectan directamente a su vida.


Josefa

Villabrágima

Nació en 1948 en Medina de Rioseco (Valladolid). Pasó su juventud en ese mismo pueblo donde trabajaba en la fábrica de mantequería/quesos, una de las muchas factorías que daban vida a los pueblos terracampinos hace unos años.

Después de casarse, se mudó al pueblo de al lado, Villabrágima, donde todavía vive y donde Josefa tiene una vida social muy participativa pues, ahora mismo, es la presidenta de la Asociación de Personas Jubiladas, y siempre está dispuesta a colaborar para sacar adelante todas las propuestas necesarias que faciliten y hagan más divertida la vida en el pueblo. Pues, desde su punto de vista, los pueblos son un lugar perfecto para envejecer ya que ofrecen naturaleza, calles grandes y sin abarrotamiento de gente.

Cuando Josefa piensa en el futuro se imagina viviendo en su casa hasta el fin de sus días, haciendo uso de los servicios de atención del hogar y, siempre y cuando se mantenga como imprescindible en los pueblos el centro médico y su respectivo servicio de enfermería. Aunque también sabe que, al envejecer, esto se hace a veces muy complicado, por lo que no tendría inconveniente en ir a una residencia si fuera necesario, pues, aunque debido a la crisis sanitaria del COVID-19, la gente, o incluso, las instituciones, hayan cogido miedo a la atención en residencias, ella sigue confiando en que la atención sea profesional y para ella, a veces, la residencia es la mejor opción. De lo que está segura es que la gustaría formar parte en la toma de esa decisión.


Jose Luis

Tordehumos

Nació en Tordehumos hace 71 años. Se he dedicado durante 51 años a la venta ambulante de productos de primera necesidad y ultramarinos por muchos pueblos de las comarcas de Tierra de Campos y Montes Torozos, y desde los 21 años cuando pudo sacarse el carnet de primera, comenzó como taxista, también dando el servicio por los pueblos colindantes a Tordehumos, hasta que se ha jubilado.

Para Jose, vivir en el pueblo es una maravilla, aunque destaca que cada vez son menos las personas que van quedando, en general, en todos los pueblos. Jose por su trabajo ha conocido el día a día del medio rural de la zona comprendida entre Valladolid y Zamora, y le da pena que se vaya quedando vacío. Los pueblos se van vaciando y de ahí que haya una merma de servicios, pero piensa que es el lugar donde le gustaría envejecer. Quedarse en su casa es lo que anhela, mientras se pueda, ya que, como dice: "aquí nacimos, aquí seguimos y hasta que Dios quiera".

Respecto a quien le gustaría que le atendiese en el momento de necesitar atenciones o cuidados, tiene claro que hay que respetar la vida de sus hijos que además no residen en el mismo municipio, sin embargo, aboga por no depender de sus hijos y vivir en su casa mientras sea posible. Por el momento ni él ni su mujer se han planteado otra alternativa que no sea residir en su casa.

A la vista de la situación que se ha dado de forma generalizada en nuestro país a causa de la COVID-19, para Jose ha sido una situación muy fuerte la vivida, sobre todo en las residencias de mayores, y que sin lugar a dudas algo cambiará ya que es para pensarse tener que ir a una residencia tras lo que ha acontecido, lamentablemente.

Jose destaca que Tordehumos ha sido y es un pueblo bueno y que le tira mucho quedarse allí. Y como el dice: "mientras se pueda, quietos en el pueblo".


Josefa

Urueña

Nació en el año 1959 en Urueña, pueblo en el que ha pasado toda su vida a caballo entre las tareas del hogar, y las tareas propias del campo. Desde hace unos años se dedica profesionalmente al campo y la ganadería.

Participa de manera activa en las actividades que se realizan en el pueblo, y siempre está dispuesta a colaborar en cualquier tarea que apoye la dinamización de su comunidad.

Aunque a día de hoy no necesita ningún cuidado, para ella lo fundamental es que las personas se sientan acompañadas que, por supuesto, tengan cubiertas las necesidades de atención básicas, pero sin olvidarse de la importancia de la vida social. Sentirse escuchada y valorada por otras personas que compartan su tiempo contigo es fundamental para el bienestar físico y emocional de las personas. Además comenta, que la crisis del COVID-19 está afectando claramente a la forma de relacionarnos, pues la gente vive con miedo y no tienen el contacto que las gustaría con otras personas, lo que generará nuevas necesidades en un futuro, a las que habrá que buscar solución.

Josefa recalca también la importancia de que este acompañamiento a todos los niveles le sea proporcionado en su propia casa y en su propio pueblo, pues la tranquilidad que ofrece lo conocido es algo básico para poder envejecer feliz, y cree que, a día de hoy, sería factible crear una especie de urbanización rural donde las personas mayores estuvieran atendidas, sin tener que verse obligadas a abandonar sus casas.


El proyecto CIVITAS forma parte de la Estrategia LEADER 'Campos y Torozos 2020', adaptada a la medida 19 "LEADER" del Programa de Desarrollo Rural de Castilla y León 2014-2020 y que gestiona el Grupo de Acción Local "Asociación Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos"

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